Carta inédita de Horacio M. Prieto a la CNT





Horacio Martínez Prieto, quien fuera secretario del Comité Nacional de la CNT en 1936 murió en 1985. Por este motivo, ese mismo año,Polémica publicó un pequeño dossier sobre este controvertido personaje de la historia de la CNT. Joan Bernat, Lorenzo Iñigo,Manuel Chiapuso y José Peirats analizan en él, desde diferentes ópticas, su actuación y el momento que le tocó vivir. Hemos ido publicando en el Blog estos artículos, junto con esta carta fechada el 8 de septiembre de 1965 –que se publicó en Polémica por primera vez– y que el propio Horacio envió a Lorenzo íñigo, aunque va dirigida a la CNT del interior, en la que rechaza colaborar en elproceso cincopuntista que entonces se estaba desarrollando. 
Horacio Martínez Prieto
Horacio Martínez Prieto
Ivry sur Seine, 8 de septiembre de 1965
Minucias aparte, he recibido cuatro cartas; una de ellas tuya, personal y directa. Y no niego que lo que concierne a tu salutación me satisface profundamente. Tengo que agregar que me cumple mucho la confianza que los amigos me expresan, a pesar de mi alejamiento provisional aunque un poco largo, de las viejas actividades. Y me apena tener que deciros que lamento no poder responder a vuestro deseo. Yo soy muy viejo y muy condicionado mentalmente, para poder saltar de una concepción a otra, o de una convicción a otra. Para mí, el sindicalismo tiene un valor secundario, sean cuales sean sus «trasfondos»; y tiene un valor principal lo político. He aquí lo fundamental de nuestro desacuerdo…
Yo no digo que, tal vez, no tengáis razón en lo que hacéis y me libraré bien de formular la más mínima censura, porque no me juzgo capaz de superar a quien algo hace cuando yo nada hago; pero como soy un divagador inveterado, ya que no mi concurso, daré mis apariencias de razones.
1.º Las decisiones asentadas sobre el miedo suelen ser producto de otros miedos o males mayores. Miedo al comunismo: lo ha infundido el poder. Y ni esto, ni sus justificadores teóricos han hecho nada para establecer la contralógica de las ideas y de los hechos que disminuyen el aspecto temible del comunismo. En este sentido yo, personalmente, me preocupé de luchar contra «el haber sido algo» escribiendo tres libros que se los come el polvo porque no tengo medios de publicarlos: El mito anarquistaEl mito marxista y El mito materialista. La conclusión es socialista libertaria sin mitos…
Miedo a las oligarquías: porque ni el poder, ni la supuesta vanguardia socializante del poder, han sido competentes para demostrar que un fetichismo ideológico cualquiera es suficiente para rivalizar, impunemente, con las fuerzas ínsitas en el egoísmo amoral de los que ponen toda su energía inventiva y especulativa en la creación de intereses particulares. El Estado providente no ha ido más allá que la dinámica privada; y es más seguro que sus empresas pasarán dentro de breve tiempo o plazo a manos de oligarquías sin que el pueblo español se sienta necesitado de salir de su indiferencia; para ello tendrían que haber tratado de no sumirlo en su bien lograda ignorancia actual.
2.° En la lucha entre las oligarquías económicas y privadas y las demagógicas tomáis partido por estas últimas, que no son más que un engendro de las primeras, y que hoy agonizan defendiendo su ilusoria independencia y sus intereses bastardos. Dudo que prosperéis en la coalición; todo lo más que podréis hacer será, en minúscula proporción, repetir el hecho histórico de la Reforma religiosa: regenerar la decrepitud sin aportar nada nuevo ni mejor a la esencia ni a la existencia de la doctrina, ni a la condición social de los hombres. Para que hubiese ese cambio «transcendental» que estimáis indispensable, para que ni las oligarquías económicas ni la inquisición comunista desborden a lo existente, me parece que os paráis a más de medio camino; porque el intervencionismo en el aparato sindical, a base de variedad condicionada en la unidad, de libertad de tendencias, de control de empresas y departamentos de enseñanza, etc., no son más que pequeños remiendos, dentro de lo formal y oficial, que no resolverán nada que no sea prolongar un poco más el plazo de liquidación. Con el régimen actual no avanzaréis socialmente ni una pulgada, y con la dominación oligárquico-financiera perderéis. Porque, si no continuáis sirviendo como fuerzas de domesticación de la masa, os empujarán a la resistencia y, entonces, todo este aparato sindical será disuelto pasando inmuebles y créditos al Estado. No avanzaréis actualmente porque los otros sectores oposicionistas no os imitarán, ni os aprobará la masa porque los sedicentes controles ya fueron un fracaso en otros países más avanzados y mejor preparados orgánicamente; y porque como para los otros sectores es más importante lo político que lo sindical, y usan de los dos medios para tomar y regir el Estado, se servirán de lo sindical para dominar al aparato laboral dentro, y para destruirlo si no lo pueden dominar. No veo bien cómo los viejos dueños del cotarro sindical, y vosotros con ellos, ahora, podréis aguantar contra católicos, socialistas y comunistas dentro del laberinto, y con las oligarquías y el apoliticismo fuera de él.
3.º Para que pasare algo «transcendental» idóneo para frenar a las oligarquías del dinero y la natural progresión comunista, sería menester hacer una «españolada» dentro de la legalidad, si os place: estimulando el intervencionismo del Estado en la economía nacional, aunque griten oligarcas y «clerarcas»; ceder la administración total de las empresas nacionales a los sindicatos, distribuyendo normalmente los beneficios a los accionistas y destinando los del Estado a la inversión de obras sociales, económicas, culturales, sanitarias, etc.; el Estado ejercería un supercontrol de orientación, de asistencia técnica y de acción fiscal midiendo competencias y conductas; haciendo renditivas las empresas. El aspecto capital del problema lo presenta la necesidad de cambiar estructuras políticas: creando la Cámara Social o parlamento económico junto al parlamento político, separando bien las funciones y poderes de ambos, pero en lo que atañe al primero, hay que precisar que la base la constituirían el Estado, la Patronal y los Sindicatos, cámara que establecería el plan nacional y toda la legislación económica-social. La distribución de representaciones sería hecha proporcionalmente, siendo siempre el Estado el dirimente en las situaciones de completa discrepancia patronal y obrera. Sobre esto remito a mi Plan sobre «El Consejo Nacional de Economía» publicado en 1946, del que interesan el principio y su institucionalización según las circunstancias.
4.º Hay un primer error de gestión; habéis ido donde no os llamaron y os reciben encantados de la oferta de servicios que hacéis; en realidad debieron pasar las cosas al contrario o al revés: haberse conducido de manera que se hubiese solicitado vuestro concurso. Además confesáis vuestra no muy absoluta confianza, pidiendo permiso para que os asesoren gentes exiliadas. Yo, como exiliado, no entro en España ni me quedo en ella por la gracia personal o extraoficial de nadie. Primero, amnistía general para todos los llamados delitos de la guerra civil (aunque yo no tengo ninguna prisa, a pesar de que vivo muy mal; y me importa poco morir en cualquier parte y de cualquier manera); mientras eso no se produzca, la guerra civil sigue. Sigue diciendo muy poco en favor de los que quieren que haya concordia y mereciendo muy poca confianza sus promesas mientras haya el fantasma de los Rodrigo Royo gobernando la paz. Abolición total de la censura y libertad de publicaciones.
CONDICIONES PARCIALES: No entro –lejos de mí el propósito– en la crítica de vuestras concepciones ideológicas cristiano-anarco-sindicalistas y «unitarias». Hay muchas maneras de defender sus opiniones sin apelar a tópicos sentimentales o demagógicos que tienen un carácter oportunista, pero deformativo al exceso. Lo que cuadra bien con la ocupación y el criterio muy respetables de Lizcano y Rubio no encaja, por ninguna parte, entre nosotros. Pues ni los católicos serán convencidos ni ellos se dejarán llevar; doquiera y «por doquiera» que sea obedecerán a sus jerarcas o jerarquías confesionales, sin que cuenten las excepciones, que no irán más allá de lo que cuentan los dedos de una mano.
Es muy difícil improvisar, y muy peligroso tener intuiciones que no respondan prácticamente a los posibles de lo inteligente y de lo intelectual; por suerte, o por desgracia, no es el subjetivismo el que determina los rumbos y los dados de la historia. Me acuerdo muy bien de la época «luquista» y del hombre que pensaba llevar al Parlamento monárquico doscientos diputados confederales; «y con los proyectos que yo presente y la magnífica predisposición del futuro rey haremos una nueva España»; y fue creído y seguido…
Si opináis que vais a convivir plácidamente con el funcionariado sindical encallecido, disputarle y disminuirle sus privilegios, en el gigantesco combinado sindical, habría que dudarlo sospechando que os alienta un optimismo exorbitante: porque ellos, que no tienen una teoría clara de lo que deben esperar, tienen unos intereses creados y una ciencia de practicones que, por lo menos ayuda mucho a vivir. En vosotros no hay ninguna de las dos cosas y no será alrededor de una mesa de instintivos episódicos que alumbrará nada que guíe al pueblo en sus tinieblas. Todo está teóricamente considerado, el genio humano hace tiempo que llegó a la meta de sus ideas morales para detenerse en la disyuntiva: dictadura o democracia.
Si desde hace años se hubiera entablado un debate sobre lo que lo libertario podría presentar al mundo respecto a finalidades y medios, estudiando los problemas, ofreciendo soluciones a las necesidades del país, ganando simpatías (las que da la solvencia) entre las clases media, funcionarios e intelectuales, hoy se tendría, por lo menos, la confianza de saber lo que se quiere sin que mañana sea «desquerido» y haya que virar de nuevo…
Yo soy el promotor del proyecto, que lo defendí durante años y fui detestado por duros y blandos. Lamento que no hayáis podido beneficiar nada de lo que es elemento humano joven y titulado para afrontar las dificultades y sorpresas del complejo social creciente. El Partido Comunista presume de no haber poseído jamás un tal grado de intelectualización; nosotros hemos retrocedido, llenos de disensiones, de querellas propias de viejos maníacos o excéntricos, empachados de recuerdos deformados y de ilusiones infantiles.
En las Ponencias os liarán por medio de subcomisiones especiales con los expertos para cada caso: funcionarios, técnicos, abogados, etc.; y si no lo hacen es porque son perdidamente tontos, cosa que no les hago el deshonor de creerlo yo así. Eso requiere mucho tiempo, paciencia y malicia, si lo inspira una sólida experiencia, para poder discutir sensatamente y concretar lo especial, lo formal, lo estratégico y lo táctico de un compromiso semejante… armonizando antagonistas. De todos los nombres dados en vuestra lista, cuya mayoría conozco, no hay ni uno (incluyendo francamente el mío) que esté a la altura del momento. Lo más recomendable sería complementar lo propuesto con estímulos más fuertes, dando la impresión que los objetivamente vencidos son ellos y no vosotros; vencidos están y lo estaréis vosotros si exageráis la importancia del aparato sindical y la confianza en la absorción de la Central. Por mi parte continúo defendiendo la idea del Partido Libertario.
Mis mejores saludos y más sinceros deseos de que las cosas y el tiempo os den razón.
H.M. PRIETO
Publicado en Polémica, n.º 18, julio 1985

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